lunes, 25 de abril de 2011

¡Que mi hijo duerma toda la noche sin llorar ni despertarse!

¿Qué es lo mejor para que los niños duerman toda la noche de un tirón, por la salud de progenitores y vecinos?
No hay unanimidad entre los expertos sobre el tema. Eduard Estivill ("Duermete niño") o Carlos González ("Bésame mucho") En cualquier caso es cuestión de tiempo. Dentro de unos años lo complicado será levantarles de la cama.

Fuente: ISABEL PERANCHO.

Más de un millón y medio de ejemplares vendidos en todo el mundo sin apenas publicidad. Y no se trata de un 'bestseller' al uso. 'Duérmete, niño' (Editorial Plaza & Janés) es un manual de autoayuda para padres desesperados que pasan en vela las noches atendiendo el llanto y los requerimientos de su bebé. Una escena que, según su autor, el ya popular neuropediatra catalán Eduard Estivill, se reproduce en los hogares del 30% de la población de entre seis meses y cinco años de edad. Es el porcentaje de pequeños que, de acuerdo a sus cálculos, sufre insomnio infantil por hábitos incorrectos, un trastorno que se caracteriza por la dificultad de los 'rorros' para iniciar el sueño y los múltiples despertares nocturnos.
El 'método Estivill', traducido ya a 18 idiomas, ha devuelto la 'paz' a muchas familias. «Funciona en el 96% de los casos», se anuncia en la solapa del libro. El boca a boca ha cimentado su éxito. Mamás y papás satisfechos regalan con entusiasmo el volumen a las parejas que se estrenan en la paternidad.
Pero hay quien opina que tras el silencio de los bebés no se esconde un sueño feliz. Todo lo contrario, algunos psicopedagogos y pediatras han empezado a criticar la técnica de reeducación de la conducta que propone y sostienen que puede dejar secuelas emocionales y de comportamiento en los menores. 

  Son opiniones personales no refrendadas por la investigación científica. Respeto las distintas líneas de pensamiento, pero la mía está en la línea científica», argumenta Eduard Estivill. «En todo su libro no hay una nota bibliográfica de ningún estudio y de ningún autor que avalen sus palabras», le contesta Rosa Jové, la psicopediatra catalana autora de otro reciente libro sobre el tema, 'Dormir sin lágrimas' (La esfera de los libros), que defiende tesis contrarias: «Aunque no se haga nada, el niño dormirá sin interrupciones algún día. Los métodos de adiestramiento no le enseñan a hacerlo, solamente le provocan un shock emocional», insiste.

Ambos representan las dos corrientes pedagógicas contradictorias con las que se encontrarán los papás que consulten acerca del tema a pediatras y psicólogos. ¿Nanas y brazos a demanda del pequeñín o que aprenda a estar solito en su cuna?
Muchos recibirán el consejo de actuar de forma estricta para que sus 'rorros' entiendan que deben pasar la noche solos y calladitos, sobre todo a partir de los seis meses de edad. Sin embargo, un gran número de parejas opta por una crianza más 'natural' cuyos rasgos definitorios son la lactancia materna, compartir la cama con los hijos y, especialmente, abrazarlos y cogerlos ante el mínimo requerimiento. La gran pregunta, ante esta disparidad es ¿lo estaremos haciendo bien?
Estivill es quizá el máximo exponente nacional de la terapia cognitivoconductual aplicada al sueño del bebé. Su tesis es que los niños de entre seis meses y cinco años que no duermen bien, son incapaces de acostarse solos, sufren despertares nocturnos desde casi el primer día y les es imposible volver a conciliar el sueño sin ayuda de sus progenitores, son candidatos idóneos a la reeducación.

«La persistencia de esta alteración produce un grave trastorno en la estructura de su sueño y, sobre todo, un estado de tensión y frustración contínua en los padres que intentan sin éxito solucionar el problema», desgrana.
Pero el neuropediatra advierte, además, de que la adopción de un 'mal' hábito nocturno tiene consecuencias a largo plazo: «Hemos hecho un estudio con 500 niños que han utilizado el método y los hemos comparado con otros 500 que no. Tras 15 años de seguimiento se ha comprobado que los segundos tienen más problemas escolares y trastornos de conducta que los que sí han seguido una rutina para dormir», adelanta. Los resultados de este trabajo aún no han sido publicados.
TIPOS DE LLANTO
Para corregir el problema, propone encarrilar el ritmo de vigilia-sueño de los pequeños. A partir de los seis o siete meses, los chiquitines deben dormir desde las ocho o nueve de la noche hasta las siete o nueve de la mañana y hacer tres siestas tras las comidas. ¿Cómo lograrlo? Gracias a las normas que los padres deben enseñar a su hijo: dejarlo en su cuarto cuando aún esté despierto, ya que no debe asociar a sus padres con el inicio del sueño. Con mucha probabilidad, las lágrimas será su respuesta. «Es falso que diga que hay que dejarles llorar. Existen dos tipos de llanto, el que se produce cuando se le abandona sin más, que les transmite sensación de castigo, y el de rabieta o reacción ante lo que aún no saben hacer. Éste no es traumatizante. Por eso decimos que es imprescindible que los padres acudan a intervalos regulares [cada pocos minutos] al lado del niño, para que entiendan que no se le ha abandonado» .
En el otro lado se sitúan Rosa Jové y el pediatra Carlos González (autor de 'Bésame mucho', editado por Temás de hoy, otro 'betseller' sobre la cuestión que ha vendido 60.000 ejemplares), dos de los más firmes defensores de la denominada línea psicoanalítica. «Todo niño sano va a dormir correctamente algún día. No hay que alterar el sueño puesto que, como necesidad vital, se sincronizará con nuestras necesidades en cada momento. Dejar llorar al niño no es la solución, porque cuando lo hace es que sufre y, por lo tanto, necesita atención. Tampoco deben prohibirse las canciones de cuna o impedirle que encuentre consuelo al compartir la cama de sus padres», aclara Jové.

González acude a la antropología para explicar por qué los niños se despiertan con frecuencia durante la noche: «Es un mecanismo de seguridad para ver si hay peligro o no. Para un bebé lo más peligroso es que no esté su madre». 

En su opinión, los métodos de reeducación del sueño están hechos para satisfacer las necesidades de los padres, no de sus hijos. «La vida de hoy en día es una locura no sólo para los adultos, sino también para los niños, que deben amoldarse a ella, a pesar de que esa actitud no es la más adecuada. El único y real motivo de conflicto es la falta de sincronía entre las obligaciones de unos y los derechos del otro. Los seres humanos llevamos miles de años sin métodos para dormir niños y nunca ha habido mayores problemas con ellos. Todos acaban durmiéndose», argumenta la psicopedagoga.

   Se han realizado estudios que acaban eximiendo a los papás de culpa respecto a la influencia de sus actitudes en el llanto de sus retoños. Dicen que éste no depende de lo que ellos hagan o dejen de hacer. El estudio muestra que es probable que un mayor contacto con ellos ahorre lágrimas al principio, pero transcurridos unos meses no evita los sollozos.

Otros especialistas observan el asunto con menos apasionamiento. Gonzalo Pin se manifiesta «ecléptico» sobre la polémica: «Creo que hay que aplicar unas rutinas horarias para dormir, pero quizá no tan estrictas como las que propone Estivill. Aunque atender al bebé a demanda como sugieren otros alarga la falta de adquisición de hábitos de sueño».
Su colega Ana Martínez Rubio  no receta técnicas para dormir porque considera que «no tiene en cuenta las necesidades afectivas» del chiquitín, «lo percibe [la ausencia de contacto] como una pérdida grande». Además, subraya las dificultades del entrenamiento conductual. «La mayoría de los padres no lo soporta y, a veces, hace falta entrenarlos a ellos». Tampoco está de acuerdo con los supuestos problemas que sufrirán los menores no adiestrados. «Esa afirmación es incierta», tercia.

Jesús Eíris, presidente de la Sociedad Española de Neurología Pediátrica,habla por experiencia propia. Padre de cinco hijos, recurrió a lo que denomina «firmeza afectiva» para enseñar a sus retoños a dormir tranquilos. «Establecimos normas y hábitos, pero ellos sabían que siempre estábamos ahí».

1 comentario:

  1. Nota: un niño, un bebé , como cualquier persona pasa mala noche si está dolorido o molesto. Más si no sabes pedir un analgésico para calmar el dolor de la salida de los dientes, la otitis o la dificultad para respirar por un resfriado. Alrededor de los dos años es tan natural (y molesto) como la erupción de los dientes los terrores nocturnos. ¡Es muy duro ser bebé!.

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