domingo, 18 de noviembre de 2012

Explorar es muy estimulante



Parece interesante trabajar con materiales comunes, no didácticos, no comprados. Todos hemos visto la fascinación de los niños por manejar objetos no-juguetes, que despiertan en ellos una motivación natural; por ejemplo, cuando reciben de regalo un juguete y se ponen a jugar con el embalaje, o la curiosidad por explorar cajones o por jugar con los objetos de las cocinas y la sabiduría de las abuelas que no necesitan juguetes sofisticados para divertir a sus nietos.

         Las ventajas que se encuentran en el juego heurístico son:
o     Se utiliza material fácilmente accesible (reciclaje casero); tan variado como permita la imaginación de las educadoras.
o     Fomenta la autonomía.
o     Desarrolla la creatividad.
o     Desarrolla la concentración.
o     Se adapta a los diferentes niveles de maduración del grupo de niños.
o     No es directivo: no hay una única manera correcta de realizar la actividad.
o     Parte de la motivación natural de los niños hacia la exploración.
o     Satisfacemos su necesidad de “curiosear y toquetearlo todo”.
o     Se trabajan los conceptos lógico-matemáticos.
o     Al experimentar, los niños van sentando cimientos en vivencias relacionadas con el método científico.
o     El Juego Heurístico se integra en la corriente constructivista.



Estoy a la disposición de quien quiera más información o compartir experiencias sobre esta actividad de infantil.

lunes, 25 de abril de 2011

¡Que mi hijo duerma toda la noche sin llorar ni despertarse!

¿Qué es lo mejor para que los niños duerman toda la noche de un tirón, por la salud de progenitores y vecinos?
No hay unanimidad entre los expertos sobre el tema. Eduard Estivill ("Duermete niño") o Carlos González ("Bésame mucho") En cualquier caso es cuestión de tiempo. Dentro de unos años lo complicado será levantarles de la cama.

Fuente: ISABEL PERANCHO.

Más de un millón y medio de ejemplares vendidos en todo el mundo sin apenas publicidad. Y no se trata de un 'bestseller' al uso. 'Duérmete, niño' (Editorial Plaza & Janés) es un manual de autoayuda para padres desesperados que pasan en vela las noches atendiendo el llanto y los requerimientos de su bebé. Una escena que, según su autor, el ya popular neuropediatra catalán Eduard Estivill, se reproduce en los hogares del 30% de la población de entre seis meses y cinco años de edad. Es el porcentaje de pequeños que, de acuerdo a sus cálculos, sufre insomnio infantil por hábitos incorrectos, un trastorno que se caracteriza por la dificultad de los 'rorros' para iniciar el sueño y los múltiples despertares nocturnos.
El 'método Estivill', traducido ya a 18 idiomas, ha devuelto la 'paz' a muchas familias. «Funciona en el 96% de los casos», se anuncia en la solapa del libro. El boca a boca ha cimentado su éxito. Mamás y papás satisfechos regalan con entusiasmo el volumen a las parejas que se estrenan en la paternidad.
Pero hay quien opina que tras el silencio de los bebés no se esconde un sueño feliz. Todo lo contrario, algunos psicopedagogos y pediatras han empezado a criticar la técnica de reeducación de la conducta que propone y sostienen que puede dejar secuelas emocionales y de comportamiento en los menores. 

  Son opiniones personales no refrendadas por la investigación científica. Respeto las distintas líneas de pensamiento, pero la mía está en la línea científica», argumenta Eduard Estivill. «En todo su libro no hay una nota bibliográfica de ningún estudio y de ningún autor que avalen sus palabras», le contesta Rosa Jové, la psicopediatra catalana autora de otro reciente libro sobre el tema, 'Dormir sin lágrimas' (La esfera de los libros), que defiende tesis contrarias: «Aunque no se haga nada, el niño dormirá sin interrupciones algún día. Los métodos de adiestramiento no le enseñan a hacerlo, solamente le provocan un shock emocional», insiste.

Ambos representan las dos corrientes pedagógicas contradictorias con las que se encontrarán los papás que consulten acerca del tema a pediatras y psicólogos. ¿Nanas y brazos a demanda del pequeñín o que aprenda a estar solito en su cuna?
Muchos recibirán el consejo de actuar de forma estricta para que sus 'rorros' entiendan que deben pasar la noche solos y calladitos, sobre todo a partir de los seis meses de edad. Sin embargo, un gran número de parejas opta por una crianza más 'natural' cuyos rasgos definitorios son la lactancia materna, compartir la cama con los hijos y, especialmente, abrazarlos y cogerlos ante el mínimo requerimiento. La gran pregunta, ante esta disparidad es ¿lo estaremos haciendo bien?
Estivill es quizá el máximo exponente nacional de la terapia cognitivoconductual aplicada al sueño del bebé. Su tesis es que los niños de entre seis meses y cinco años que no duermen bien, son incapaces de acostarse solos, sufren despertares nocturnos desde casi el primer día y les es imposible volver a conciliar el sueño sin ayuda de sus progenitores, son candidatos idóneos a la reeducación.

«La persistencia de esta alteración produce un grave trastorno en la estructura de su sueño y, sobre todo, un estado de tensión y frustración contínua en los padres que intentan sin éxito solucionar el problema», desgrana.
Pero el neuropediatra advierte, además, de que la adopción de un 'mal' hábito nocturno tiene consecuencias a largo plazo: «Hemos hecho un estudio con 500 niños que han utilizado el método y los hemos comparado con otros 500 que no. Tras 15 años de seguimiento se ha comprobado que los segundos tienen más problemas escolares y trastornos de conducta que los que sí han seguido una rutina para dormir», adelanta. Los resultados de este trabajo aún no han sido publicados.
TIPOS DE LLANTO
Para corregir el problema, propone encarrilar el ritmo de vigilia-sueño de los pequeños. A partir de los seis o siete meses, los chiquitines deben dormir desde las ocho o nueve de la noche hasta las siete o nueve de la mañana y hacer tres siestas tras las comidas. ¿Cómo lograrlo? Gracias a las normas que los padres deben enseñar a su hijo: dejarlo en su cuarto cuando aún esté despierto, ya que no debe asociar a sus padres con el inicio del sueño. Con mucha probabilidad, las lágrimas será su respuesta. «Es falso que diga que hay que dejarles llorar. Existen dos tipos de llanto, el que se produce cuando se le abandona sin más, que les transmite sensación de castigo, y el de rabieta o reacción ante lo que aún no saben hacer. Éste no es traumatizante. Por eso decimos que es imprescindible que los padres acudan a intervalos regulares [cada pocos minutos] al lado del niño, para que entiendan que no se le ha abandonado» .
En el otro lado se sitúan Rosa Jové y el pediatra Carlos González (autor de 'Bésame mucho', editado por Temás de hoy, otro 'betseller' sobre la cuestión que ha vendido 60.000 ejemplares), dos de los más firmes defensores de la denominada línea psicoanalítica. «Todo niño sano va a dormir correctamente algún día. No hay que alterar el sueño puesto que, como necesidad vital, se sincronizará con nuestras necesidades en cada momento. Dejar llorar al niño no es la solución, porque cuando lo hace es que sufre y, por lo tanto, necesita atención. Tampoco deben prohibirse las canciones de cuna o impedirle que encuentre consuelo al compartir la cama de sus padres», aclara Jové.

González acude a la antropología para explicar por qué los niños se despiertan con frecuencia durante la noche: «Es un mecanismo de seguridad para ver si hay peligro o no. Para un bebé lo más peligroso es que no esté su madre». 

En su opinión, los métodos de reeducación del sueño están hechos para satisfacer las necesidades de los padres, no de sus hijos. «La vida de hoy en día es una locura no sólo para los adultos, sino también para los niños, que deben amoldarse a ella, a pesar de que esa actitud no es la más adecuada. El único y real motivo de conflicto es la falta de sincronía entre las obligaciones de unos y los derechos del otro. Los seres humanos llevamos miles de años sin métodos para dormir niños y nunca ha habido mayores problemas con ellos. Todos acaban durmiéndose», argumenta la psicopedagoga.

   Se han realizado estudios que acaban eximiendo a los papás de culpa respecto a la influencia de sus actitudes en el llanto de sus retoños. Dicen que éste no depende de lo que ellos hagan o dejen de hacer. El estudio muestra que es probable que un mayor contacto con ellos ahorre lágrimas al principio, pero transcurridos unos meses no evita los sollozos.

Otros especialistas observan el asunto con menos apasionamiento. Gonzalo Pin se manifiesta «ecléptico» sobre la polémica: «Creo que hay que aplicar unas rutinas horarias para dormir, pero quizá no tan estrictas como las que propone Estivill. Aunque atender al bebé a demanda como sugieren otros alarga la falta de adquisición de hábitos de sueño».
Su colega Ana Martínez Rubio  no receta técnicas para dormir porque considera que «no tiene en cuenta las necesidades afectivas» del chiquitín, «lo percibe [la ausencia de contacto] como una pérdida grande». Además, subraya las dificultades del entrenamiento conductual. «La mayoría de los padres no lo soporta y, a veces, hace falta entrenarlos a ellos». Tampoco está de acuerdo con los supuestos problemas que sufrirán los menores no adiestrados. «Esa afirmación es incierta», tercia.

Jesús Eíris, presidente de la Sociedad Española de Neurología Pediátrica,habla por experiencia propia. Padre de cinco hijos, recurrió a lo que denomina «firmeza afectiva» para enseñar a sus retoños a dormir tranquilos. «Establecimos normas y hábitos, pero ellos sabían que siempre estábamos ahí».

jueves, 21 de abril de 2011

El jardín secreto .

Este libro es ideal para leerlo en los primeros meses de la primavera. La novela nos habla de la infancia y de los beneficios del contacto con la naturaleza y la floricultura. Seguro que disfrutarán los que tengan un huerto en mente, escolar o particular, que tanto se está poniendo de  moda.
Una frase para este blog: "Las dos peores cosas que le pueden pasar a un niño es que no se le consienta nada o se le consienta todo; no se sabe qué es peor"
Frances Hodgson Burnet. El jardín secreto.

martes, 19 de abril de 2011

Es importante que el ambiente no sobrexcite a los niños.

Los niños que muerden y pegan.
Fuente:   Dr Pedro Barreda. www.pediatraldia.cl.


 
    LO QUE EMPIEZA SIENDO UN JUEGO INOCENTE

      Un pequeña historia: Maria J. está jugando en el suelo. Cuando su mamá se agacha para sentarse a su lado la pequeña le agarra un mechón de pelo y tira con fuerza. No es la primera vez que hace algo así. A veces, cuando está en sus brazos, FMaria J le pega en la cara o le muerde los hombros. Y en cierta ocasión hasta le hizo un arañazo en el cuello. Su mamá es paciente y comprensiva, soporta impasible todas las agresiones, aunque le asaltan muchas dudas cada vez que su hija le hace daño. ¿Es normal que sea tan agresiva? ¿Debería comportarme con ella de otro modo?

    Adecuando los términos según la edad

    “El concepto de agresividad, tal como lo entendemos nosotros los adultos, no se puede aplicar a los niños pequeños. La agresividad supone una intención de dañar al otro y eso no existe a esta edad”,

    Pegar y tirar del pelo son comportamientos normales que se dan con bastante frecuencia y que no se deben interpretar como un auténtico “ataque” a la madre, sino más bien como una manera de llamar su atención y, sobretodo, como una incitación al juego. “El niño espera ver la reacción del adulto, provoca la situación para ser espectador: “pego a mamá y observo”, explica la especialista.

Quieren provocarnos y lo consiguen
    Curiosamente, son los propios padres los que suelen incitar este juego, a veces casi sin darse cuenta. Poco a poco los pequeños van adquiriendo un mayor control sobre el divertimento y terminan manejando la situación.

    El primer día que Maria J. dio un tirón de pelo a su mamá, ésta se tapó la cara con las manos y simuló que se largaba a llorar desconsolada. A los pocos segundos se descubrió el rostro y sonrió a su hija. A la niña le divirtió mucho la actuación. Desde entonces,  provoca a su mamá constantemente. En cuanto tiene ocasión vuelve a tirarle el pelo y se queda quieta, mirando, expectante, con los ojos muy abiertos.

Un juego al que hay que poner fin
    “En la repetición el niño consigue un goce, un placer. Pero estos juegos tienen que terminar ya que no conducen a nada”. Cuando las agresiones dejan de ser una excepción y se convierten en actos recurrentes y molestos (los tirones de pelo suelen ser especialmente dolorosos), hay que dejar de ser permisivos.

    “Si el chico tira permanentemente del pelo, debemos decirle “Basta ya!”. Por una parte, porque todas las cosas tienen un límite. Por otra, porque también debe probar otros juegos. Al frenarlo, se propicia la posibilidad de que investigue en otros caminos, de que pruebe y progrese”.

    Para evitar que  continúe pegando y tirando del pelo, su mamá no tiene que darle demasiados porqués. El exceso de explicaciones puede denotar que el adulto busca una justificación porque se siente culpable al tener que decir “no”. “Los límites son necesarios y existen normas que no tienen explicación”, puntualiza. A menudo es suficiente con un mensaje simple, directo y escueto, como por ejemplo, “Eso duele”, “No es divertido” o “Me hace mucho daño”.

Es importante ser consecuentes
    En un primer momento, a Maria J. puede sorprenderle el inesperado cambio de actitud de su madre. Durante un tiempo, es posible que intente provocarla una y otra vez, tanteando los límites, tratando de comprobar si la prohibición rige de verdad. Por eso, para que entienda bien el mensaje – “Ya no voy a tolerar más que me tires del pelo ni que me pegues”*, es imprescindible que la madre se mantenga firme.

    A los chicos no los confunde que los padres les pongan límites ni que lo hagan de repente, pero sí que vacilen en su postura y, por encima de todo, que prohíban o consientan dependiendo de sus estados de ánimo (“Ayer mamá estaba de buen humor y el juego le gustaba, hoy está enojada y le molesta”).

    Si una vez que los padres ponen límites, el niño persiste en su actitud, ¿a qué se debe? En opinión de muchos, el hecho de que un chico pegue o tire del pelo a la madre no es, en principio, alarmante. Sin embargo, “cuando ese comportamiento se intensifica y llama la atención por su repetición, es señal de que el niño tiene una sobreexcitación”.

El niños es espejo de la casa

    Las agresiones infantiles constantes son actos de descarga. Habría que preguntarse entonces qué es lo que motiva que el niño esté tan alterado. Generalmente, el origen de ese nerviosismo está en el entorno en el que vive el pequeño. “En el niño no hay nada patológico, lo patológico es la situación que vive el pequeño”. Y existen muchas situaciones que pueden generar en él sobreexcitación, desde un ambiente familiar tenso o una vida desordenada y sin horarios.

 Morder, una llamada de atención

    También debemos hablar de sobreexcitación cuando un niño araña y, sobre todo, cuando muerde. “Morder es el caso más llamativo. Es algo excepcional y, de entrada, es una manifestación que siempre hay que tener en cuenta”. Hay dos situaciones típicas en las que el niño recurre a los mordiscos. Cuando muerde a la madre por amor (pensemos en la expresión que usamos los adultos para manifestar cariño a los niños: “te comería a besos”) y también cuando muerde a un hermanito porque está celoso de él (simbólicamente, lo muerde porque quisiera tragárselo y hacerlo desaparecer).

    Lo llamativo no es que el chico ame a su madre o que esté celoso de su hermano, sino su forma de expresarlo. Todos los niños sienten cariño hacia sus padres, pero no todos muerden. “Hay muchas maneras de manifestar ese amor o esos celos, y cabe preguntarse por qué elige ésa.. Cuando un niño pequeño muerde, es señal de que está sobreexcitado”.

    Mucho más importante que proponerse eliminar el hábito de morder es solucionar esa tensión que vive el pequeño (si hace falta, con la ayuda de un especialista).

 Al hacerse más grandes, pierden interés
    Pasará un tiempo hasta que M.J deje de “martirizar” a su madre. Afortunadamente, hacia los tres años, el hábito de pegar suele desaparecer porque los niños se concentran en otras actividades. Por ejemplo, se entretienen imitando a papá y mamá., y muestran más interés en relacionarse con otros chicos.

    Mientras, hay que tener calma y mucha paciencia, ya que se trata de algo pasajero. La etapa evolutiva que atraviesan ahora (algunos autores la denominan “los terribles dos años”) es sumamente delicada. A esta edad se enfurecen con facilidad y, como su vocabulario es aún muy limitado, a veces tiene que recurrir a las manos para descargar su rabia.

 Cómo reaccionar a sus ataques

     No pasa nada si alguna vez el niño pega o tira del pelo a su madre. Si deja de ser ocasional y pasa a ser una conducta cotidiana, hay que tomar medidas:

    La madre debe ponerse seria y decir “¡Basta! Eso duele”, cuando su hijo le haga daño.

    Si insiste, debe apartarlo enseguida de su lado (si fuera preciso, deberá abandonar la habitación  conducir al niño a su cuarto).

q       La madre tiene que ser consecuente y repetir los pasos anteriores cada vez que el pequeño vuelva a agredirla.

q       Cuando el chico está enojado o furioso, es mejor esperar a que se haya calmado. Si está nervioso, debe tratar de apaciguarlo. Si llora, necesita consuelo.

q       Después de unos minutos, y una vez que el niño se haya tranquilizado, es conveniente hacer las paces, por ejemplo, invitándolo a leer juntos un cuento. “Pegar está mal, pero te he perdonado.”

 ¿Y si el niño no quiere parar?

     Si el chico pega a todas horas o empieza también a morder, hay que cambiar de estrategia.

 q       Analicemos fríamente la situación. ¿Qué motivos tiene el niño para actuar así? ¿Por qué está tan nervioso? ¿Hay algún problema familiar que lo pueda estar afectando?

q       Reflexionemos también sobre nuestros malos comportamientos: ¿Solemos recurrir a la cachetada cuando se porta mal? ¿Le pegamos en la boca cuando muerde? ¿Le damos en la mano cuando pega? Si es así, no le estamos dando un buen ejemplo.

q       Cuando los ataques son insistentes y no se vislumbran los motivos, no está de más solicitar la opinión de un psicólogo de niños.

     Por qué hay que frenar al niño que golpea. Y por qué se debe hacer cuanto antes.

    Hay muchas razones por las que no debemos seguir tolerando sus agresiones. Entre otras:

    q       Porque, con el tiempo, estas actitudes pueden terminar convirtiéndose en una mala costumbre, difícil de erradicar.

    q       Porque, desde pequeños, los chicos deben aprender a respetar una regla básica imprescindible para la buena convivencia: no hacer daño a los demás.

    q       Porque, si el chico puede pegar en casa, también lo hará fuera de ella. Y eso será un obstáculo en su relación con otros niños de su edad (el grupo suele rechazar y dejar a un lado al que pega).

    q       Porque los niños necesitan límites a los que atenerse. Cuando nadie se los impone de pequeños, es difícil que aprendan a soportar las frustraciones y que los demás los contraríen.

    Dr Pedro Barreda


lunes, 18 de abril de 2011

Los mocos

Fuente: Blog Clara Blanchar , http://blogs.elpais.com/mamas-papas


Si cotizaran en bolsa estaría forrada. Podría llenar un pantano con los mocos de las enanas. Cuatro y uno suman cinco años: un lustro quitando mocos. De todas las texturas, colores, temperaturas, horas del día y épocas del año.  De los verdes, secos, pegaos y malolientes de buena mañana -a menudo con prolongación hacia ojos, cejas y pelo-; a los transparentes e inofensivos de la hora del baño. De los blancos que alertan de la llegada de OTRO virus, a los marrones con tropezones que constatan que EL VIRUS era de los gordos.
También están los transparentes, modalidad frío; los amarillos, modalidad estamos en la playa y, qué bien, salen solos y hacemos limpieza; los de estornudo de cuando pega el sol o hay polvo. Combínense con galleta, papilla, yogur, arena del parque, lágrimas, pintura, plastilina, purpurina de una cara pintada… creo que no me dejo nada. Y añádase, a veces, burbujita.
Si algo tienen en común los mocos es que no tienen fin. Eso sí, el consenso es total: mejor fuera que dentro. Un niño sin mocos es como un jardín sin flores. Lo dicen pediatras, madres, tías, suegras y cuñadas. Pues, hala, para eso están los kleenex y el suero. Las cajas de 200 pañuelos van que vuelan. De un par al mes no bajamos: una en la habitación, otra en el comedor. 400 pañuelos divididos por 60 días dan una media de 6,6 al día. Y no cuento los otros, los  plegados de bolsita. Ni el papel de cocina cuando no hay otra cosa a mano. ¿La celulosa contamina mucho?


Una madre es una persona que vestida lleva no menos de media docena de kleenex usados encima, entre los bolsillos de la chaqueta, los de los vaqueros y los que hay sueltos por el bolso. Y aún así, ¡horror!, no se libra de los pegotes en el jersey o en la solapa de la chaqueta. Si trabaja de periodista, como es el caso, cuanto mayor es la importancia del entrevistado o la rueda de prensa, más extensa es la mancha de moco seco que se luce.
Supongo que cuando tengan 16 años y discutamos a qué hora pueden volver de marcha los echaré de menos. Mientras tanto estoy marinando una mascarilla a base de moco variado, arena, lágrimas y potito de ayer a mediodía. Visto el cutis que tienen, voy a quitarme una década de encima.

Boo

Boo es una niña: a veces tiene hambre, o  sueño, tiene un monstruo que la asusta. A veces hace alguna travesura, pero ella no lo sabe, porque es pequeña y llena de vida, deseosa de experiencias. Es graciosa cuando pinta, anda, gatea, duerme...siempre. Todavía no sabe hablar; pero sí sabe comunicarse. Su risa es alegre, cantarina, su llanto es  un l...amento a muchos decibelios. Su mayor mérito, sin proponérselo, es ganarse el cariño de dos monstruos.
En mi clase hay nueve niños como Boo. ¡ Podría contar y no parar!. Este grupo de contactos puede ser las reuniones donde intercambiemos experiencias, información, anécdotas, dudas, enlaces a sitios interesantes...¡lo que queramos!. Hay dos obstáculos: el tiempo (que todos lo llevamos tan escaso) y el manejo de herramientas de internet. Tal vez no podamos hacer lo que queramos; pero el intento ya merece la pena.

Ya ha nacido y es blog!

Después de muchos meses dando vueltas a  la idea de tener un medio dónde contar  a padres, educadoras de prácticas, compañeros y ¡a mi misma!, experiencias, técnicas, incidencias, anécdotas de los niños de este curso en particular, de la escuela y de la infancia en general. Imaginando, gestando cómo será, cómo me gustaría que fuera.....y hoy 18 de Abril de 2011, con la ayuda inestimable de mi hijo hemos creado este espacio... y es un blog, para aquellos que no les vaya facebook,donde tenemos un grupo llamado "Los amigos de Boo".

Os invito a participar, a añadir, reformar, opinar, corregir, debatir...todo ello lo alimentará para que se haga más grande. ¡Cuidemos de este bloguito!